Josu B. ¿Por qué no se asocia la violencia con la natación sincronizada o, de una manera más lógica, con un deporte similar como es el rugby?
De hecho, por lo que hace al rugby, depende de si hablamos de rugby a quince o de rugby a trece, debido a la antigua diferencia de clases sociales que los distinguía el uno del otro. Pero de todas maneras, hemos visto que la violencia está presente en casi todos los deportes de equipo; como es el caso de los disturbios en el estadio de baseball de los Yankees de Nueva York o el de Los Ángeles, hace un par de años. La violencia no está relacionada exclusivamente con el fútbol, aunque estoy de acuerdo en que esta idea se ha difundido mucho; sobre todo la idea de chavales de clase trabajadora que encuentran en ella una válvula de escape para forjarse una reputación, una identidad. No se puede conseguir a través de la educación o del trabajo, pero sí es posible siendo un gallito en las gradas los sábados por la tarde. Cuando la gente adopta esta postura, se desarrolla este círculo social y podemos observar como este comportamiento se va extendiendo.
En España, las últimas semanas, hemos visto actos de violencia y provocación en los siguientes partidos: Betis-Sevilla; Barça-Madrid; Oviedo-Elche; los del Tenerife y Zaragoza debido a su posible descenso; de entrenamiento del Depor, Madrid-Barça de Copa de Europa, etc.
Según afirmaciones de Andrew Lawless “los aficionados se comportan idénticamente como las de las carreras de cuadrigas de Roma, se visten de los colores de su equipo, hacen carreras por las calles golpeándose los unos a los otros, prenden fuego a material urbano, y en general molestan a todos los ciudadanos cercanos al campo”.